jueves, 12 de noviembre de 2009

Historia de una noche de enero

Zapatos impecables, vaqueros rotos (a la moda) y camisa reluciente. Todo un pincel.
-Esta noche triunfas campeón.- Se decía a sí mismo Toni frente al espejo cada vez que salía de caza con su colegas: el largo, el cabezón y el Negro; y hoy era una de esas noches. Sin embargo, no sabía que hoy tendría razón para variar.
Tras haberse pasado la última hora maqueándose bajó la escalera para encontrarse con sus compañeros de juerga que habían pasado a recogerlo en el coche del largo, por lo que éste vería reducida su ingesta de alcohol.
Después del paseo en coche con algo de música para ir entrando en calor y algún comentario sobre las señoritas que veían contoneándose por las aceras llegaron a su lugar preferido de copas (el más barato). Era pequeño y poco concurrido pero ponían unos floreros a muy buen precio. Luego de haberlos finiquitado y algo más contentos se pusieron en marcha mientras eran abordados por los relaciones de varios locales cercanos ofreciéndoles sus mejores copas. Al final se decantaron por la más asequible, como es obvio.
El local estaba a reventar, pero esto no fue impedimento para poder hacerse un hueco en la barra y pedir la correspondiente ración de alegría extra.
Mientras bebía y echaba un vistazo al local Toni reparó en unos penetrantes ojos castaños y sin pensárselo dos veces apuró el cubata y se dirijió a ellos dispuesto a conquistarlos, sin saber que acabaría sucediendo lo contrario.
Tras un poco de coqueteo y un par de bailes cayó rendido a los encantos de Mari e intercambiaron teléfonos. Y miradas de esas que lo dicen todo. Al par de días quedaron para comer y acabaron comiéndose el uno al otro, como era previsible.
Y aquí es donde acabarían las cacerías de Toni con sus colegas pues ya había encontrado a la mejor de las presas. Acababa de enamorarse.

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